Es lunes, son las diez y cuarto y yo estoy en pijama delante del ordenador de mi casa. ¿Sabéis lo que significa eso?
Vacaciones.
El fin de semana comenzó con un viaje relámpago a la playa. Levantarse a las ocho de la mañana el primer día de vacaciones es doloroso, pero cuando llegas a la playa y está vacía, la arena no quema y el agua está transparente y en calma, vale la pena.
Ayer vinieron los sospechosos habituales a casa a hacerle un merecido homenaje a John Hughes. Vimos El club de los cinco, y comimos menos pizza de lo habitual. Luego, como somos unos enfermos, pusimos Programa de protección de princesas. No intenteis imaginaros la mierdaca que es, porque la mente humana no alcanza a comprenderla. Es peor que todo eso y más.
A las tres de la mañana me he despertado con un dolor de estómago de morirme. Los culpables pueden haber sido una ostra, o la unión de patatas y cocacola sin medida. Por suerte Jamfris piensa en todo y me trajo un sobre asqueroso de Almax que yo esperaba que me hiciera vomitar, como la última (y primera vamos) vez, pero que me calmó el dolor casi enseguida.
Y a las nueve de la mañana ya estaba en pie. Tengo que acostumbrar a mi cuerpo a que estoy de vacaciones.
¡Vacaciones!